lunes, 17 de diciembre de 2012

Devoción mariana al resplandor de las llamas

ENRIQUE SANCHO


Quiso la casualidad que un día de diciembre de 1745 una repentina tormenta retrasara el descenso de la Virgen de la Concepción desde su hogar habitual en la ermita de Pico Zarcero a la iglesia de los Santos Juanes en Nava del Rey (Valladolid) y que, para iluminar su camino ya casi de noche, alguien propusiera encender hogueras y acompañarla con antorchas. Ese día había nacido la Virgen de los Pegotes, que es como por aquí se llama a esas antorchas que se hacen con pez. Y desde entonces el camino de la Virgen en su viaje de bajada y subida sigue iluminado por el fuego.




Como todos los años, la bajada ha sido el 30 de noviembre, y la subida, el momento más emotivo de la fiesta, será el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción. La celebración no puede ser más sencilla: la Virgen baja en una sencilla carroza del siglo XIX tirada por mulas y acompañada de las “fuerzas vivas” del lugar: el párroco, el alcalde o un representante del Ayuntamiento y alguien de la familia Pino que en su día costeó la actual carroza acristalada. Hay numerosas paradas en el camino, cada vez que alguien del pueblo se arranca, como las saetas de Semana Santa, a lanzar jaculatorias: ¡Viva la Pura y sin Mancha!, ¡Viva la Estrella de la mañana!, ¡Viva la Rosa de Jericó!, ¡Viva la Virgen de las Castañas!... y así hasta más de treinta calificativos que son jaleados por los asistentes al grito de ¡Vivaaaa!

La fiesta podría ser una más de las muchas peregrinaciones y romerías marianas que hay en infinitos pueblos españoles, pero lo que la convierte en algo especial, en algo un tanto mágico, son las decenas de gigantescas hogueras de tamuja y ramas de coníferas que la acompañan, los niños que preceden a la Virgen con sus pegotes encendidos, el aroma de la retama quemada, las pavesas volando hacia el cielo y las ascuas que marcan el rastro de la procesión. 




Un papel protagonista tienen los muleros que conducen la recua y la carreta, casi siempre con algunos niños aupados a los animales. Suelen ser jóvenes, se protegen el pelo de las pavesas de las teas y hogueras con grandes pañuelos de color y reciben como recompensa y jornal ese vino rancio de Nava que templa los cuerpos y esos grandes puros que, por tradición, costea el Ayuntamiento.

La “Giralda de Castilla”
Hasta hace dos años, la imagen de la Virgen se recibía en la espectacular iglesia parroquial de los Santos Juanes, monumento del Patrimonio Histórico de España, pero un torpe cambio en la estructura e inclinación del tejado, entre otras cosas, provocó grietas en varias vigas de la cubierta y obligó a clausurar el templo “sine die” por el temor a su inminente derrumbamiento. Según el alcalde de Nava del Rey, el popular Guzmán Gómez, pese a que las obras de rehabilitación están presupuestadas en algo más de un millón de euros, una cifra imposible en los actuales tiempos de crisis, “los Santos Juanes reabrirán sus puertas durante esta legislatura”. Hasta que eso se consiga, la Virgen de los Pegotes duerme durante la novena en la ermita de la Vera Cruz y Convento de las Madres Capuchinas.



Es urgente conseguir esa financiación, porque la iglesia de los Santos Juanes es una de las joyas del patrimonio religioso de Castilla-León y de toda España. Conocida popularmente como la "Giralda de Castilla", por su torre que recuerda a la sevillana, y cuyos orígenes se remontan al siglo XVI, fue desarrollada por Rodrigo Gil de Hontañón que se hizo cargo de la construcción con las obras ya iniciadas, en estilo gótico. Aunque el edificio es espectacular, su interior es un cúmulo de joyas de imaginería, tallas, pinturas y sillerías de maestros como Gregorio Fernández, Alberto de Churrigera o Francisco Velázquez. Curiosamente lo mejor, el impresionante grupo escultórico “Llanto sobre Cristo muerto”, una talla de 1510, es de un autor anónimo, solo conocido como Maestro de San Pablo de la Moraleja.

La celebración de la Virgen de los Pegotes fue declarada en agosto de 2008 Fiesta de Interés Turístico Regional, y transcurrido los cinco años que señala la normativa, el Ayuntamiento de Nava del Rey, con la colaboración de la Diputación Provincial de Valladolid, ha solicitado la Declaración de Fiesta de Interés Turístico Nacional. La “Bajada” se completa con la “Subida” el 8 de diciembre, cuando la Hermandad Hijas de María engalana a la Virgen con mantos y joyas para comenzar la procesión de regreso hacia la ermita.

Y cuando todo termina, toca degustar las castañas que antiguamente se asaban en las brasas de las hogueras, y el vino rancio de Nava –y el no rancio, también–. Se sigue la antigua tradición, pero se buscan fórmulas nuevas y así el gremio hostelero del municipio ha creado un concurso de pinchos y tapas que tienen la castaña y el vino como componentes esenciales y otro de combinados con el vino rancio como elemento fundamental.

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